15 de febrer del 2008

aquí no hay quién viva II

Viernes. Luego de 45 cuadras llego a la puerta de casa y la veo entreabierta, y adentro todas las luces prendidas y las ventanas abiertas de par en par. La vendedora de la inmobiliaria pasea a un grupo de interesados por mis ambientes. Saludo correctamente y me voy al jardín a airearme la impotencia. Desde ahí veo mi cuarto con los placares abiertos. Las cosas de la mina están arriba de mi sofá y no puede darme más bronca.
Al menos hasta 2 minutos después, cuando se van los posibles compradores y la mina me dice lo mismo que mi padre 5 días antes:
-Te hago una sugerencia, ¿no podrás mover este televisor de acá? (mi padre obvió la parte de la sugerencia y usó el imperativo, directamente).
-¿Por?
-Y... bloqueás todo esto -y levanta la mano enseñando el jardín-. No te digo ahora. Para la próxima.
A mí me empieza a bombear la vena, porque si algo me subleva es que gente sin sentido de la estética whatsoever, o gente sin sentido, o gente a secas me *sugiera* lo que tengo que hacer y dónde tengo que poner mis muebles y cómo luce mejor mi casa.
Pero no digo nada, porque ésta no es *mi* casa y ellos lo saben y saben hasta dónde pueden forzar la máquina y saben que lo voy a tener que mover aunque no quiera y yo también lo sé. Entonces bajo la cabeza y echo de costado la mirada que no puedo darle.

Qué poco voy a durar acá.

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