7 de desembre del 2007

de ficciones y toros

...Me va a matar, pero va a ser como la muerte
de Manolete. Qué me importa que al final
me meta un cuerno por la panza si yo he podido
clavarle el estoque hasta la cruz...
(Julio Cortázar - Cartas 1 1937-1963)

Costantin Stanislavski, en su libro La construcción del personaje, sostiene que a la creación actoral es conveniente abordarla de adentro hacia afuera, pero que a veces, para algunos papeles, conviene invertir la regla.

En el ambiente actoral hay muchos opositores al *de afuera hacia adentro*, pero a mí me parece un recurso como cualquier otro y a veces mejor que muchos.


Como siempre, a todo le veo la metáfora.
Y entonces traslado.


Pensaba en esto hoy, porque esta noche tengo que hacer un toro técnico. (Un *toro*, en el ambiente teatral, es salir a reemplazar a alguien sin tener los ensayos ni el conocimiento suficiente.) No hay resto para que la confianza crezca con el tiempo: hay que fingirla.

En los últimos años la única solución que encontré para no paralizarme en ciertas circunstancias fue ésa: fingir la seguridad que no tenía. Me preparo todo lo que puedo, lo más a conciencia que puedo, pero luego me relajo y *actúo* que sé más de lo que sé y -sobre todo- que eso me hace estar tranquila.

O sea: es todo una construcción de mi mente, pero me sirve.

Llevando el concepto a la vida diaria, sé que sin esa *ficción* que me impuse no podría haber hecho muchas cosas que quise hacer pero que me daba mucho mucho miedo enfrentar.


Creo que para salir de la tristeza funciona igual.


Sí, hay que hacer el laburo de adentro hacia afuera lo más a concencia posible. Hay que hacerlo.
Pero cuando llegue el momento, siempre vamos a tener algo de miedo.
Entonces hay que actuar. Actuar que estamos mejor de lo que estamos. No tenemos la sensación ni estamos tal vez listos para eso. Sólo tenemos la necesidad.
Hay que hacer un toro.

En mi experiencia funciona como contagio.
Eventualmente, nos creemos el personaje.

Y si no, al menos dejamos de ser nosotros mismos por el tiempo que dure la función. O hasta que lo podemos volver a ser. Desde adentro.