un acto de comunión
(Llevo varias horas tratando de resumir en palabras lo que vi, lo que sentí. Lo que es el teatro -o sea la escenografía y la platea, traídas desde Francia y montadas aquí-.
La compañía.
La obra.
A ver si puedo.)
La trama es sobre gente, fragmentos de la vida de la gente. Los efímeros. Redes que se van cruzando a lo largo de las 7 horas de duración.
En el entrepiso, un músico de barba blanca y larga va llevando el tempo de la acción.
Un corredor ancho.
Una cortina se descorre y entra un disco con ruedas, manipulado por una o dos personas, agachadas, que lo van girando y llevando según la acción, como en una coreografía silenciosa.
Y en ese disco, un living.
Y luego otro disco y otro living. O una cocina. O un jardín. O un patio. O un despacho.
Llenos de cosas, de cositas, de adornos. Como cualquier living, cocina, etc.
Y personas, actores, que se suben o se bajan de esas vidas. Hasta que se abre la cortina del otro extremo y los traga.
Y las escenas, que se suceden.
No sé: ¿40 discos tal vez?
No es hasta el final de la primera parte que me doy cuenta de que quienes manipulan los discos son los mismos actores, los que no actúan en esa escena puntual. La compañía. Los que hacen 2 ó 3 ó 7 personajes diferentes cada uno durante las 7 horas.
En el intervalo, las que entran son unas mesas gigantes.
Los (no sé, creo que) 8 chicos que actúan ofrecen galletitas. Los grandes ofrecen vasos de agua. Los acomodadores ofrecen mantas para sentarse más cómodos, para taparse.Todos bajamos al corredor.
Pasado el recreo, vuelve la obra y sigue transcurriendo la vida.
Y todo va cerrando en la segunda mitad. El rompecabezas.
A la salida, cena en el comedor.
Pido el cus cus con cordero y la limonada con agua de azahar y jengibre. Me lo sirven los actores. Los maravillosos actores que aplaudí de pie durante 5 minutos. Porque ellos salen de escena, se ponen los delantales, y... ¿qué le puedo servir?...Increíble. Están ahí. Podés charlar.
El ego llevado a la nada.
Y una fiesta tranquila.
Una gran ceremonia detrás de cortinas largas.
Una ceremonia de detalles.
Las lamparitas chinas, las alfombras y las telas floridas y las lámparas individuales del camarín, las mesas de madera, las cajas con cintas, las canastas de galletitas, los jarrones con flores, los quesos franceces y la mousse de chocolate de la despedida. La compañía, el ambiente y todos nosotros en acto de comunión.
Culpa de ella, que abre la función hablándonos y va y viene por el comedor, por al lado nuestro, como si tal cosa. Como si ella no fuera la increíble mujer que maneja este monstruo de detalles.
Tantas gracias, Ariane.
Eso, muy mal explicado por mí.
Perdonen, pero es difícil describir la emoción...
Cuenta la leyenda que el escritor Stendhal se descompuso mientras recorría Europa. Le bajaba la presión cada vez que veía algo bello que lo superaba. A esa sensación se la denominó Síndrome de Stendhal.
Sobredosis de belleza.
Bueno: algo así.
En septiembre.
En Buenos Aires.
Etiquetes de comentaris: la buena vida
<< Home