27 de març del 2007

el centro de algún universo

Entonces, luego de un martes inesperadamente eterno, llego a casa y descubro que se viene el festival. Ya, prontito. Y yo en babia.
Por suerte ahora tengo internet, recuerdo, y es sólo cuestión de horas armar mi grilla.
Ya están las 14 finalistas.
Anticipadamente corta de dinero decido, entonces, regular las otras películas pendientes: la de Woody, la de los hermanos, la de Cate, la de Hugh. Calculo rápido la guita que me costará ver toda la filmografía de Tati (como planeo ver) y me propongo no cenar en grupo este sábado con el mundo del off. Ni hacer doblete de obras, como la semana anterior (el otro Spregelburd tendrá que esperar).
Lo que sí habrá es un poco de Hitchcock en pantalla grande. Pienso: tal vez tampoco me compre la novela de Elvira Lindo que, tardíamente, me da ganas de leer. Y, de yapa, es posible que el corte de pelo se posponga indefinidamente...
Pero no me importa. Aunque sepa que se vienen largas filas y horas muertas en las que terminaré uno o dos libros. No me importa.

Me hace bien estar acá. Ahora. Que mi vida dé un poco de vueltas alrededor de los teatros y las salas y las librerías, cenar con pibes que admiro y se laburan sus proyectos, tipear por las tardes lo que será una novela, ver el partido de Cañas en la tele, espiar el café que abrió a la vuelta, ese relámpago que suena ahora, la radio que sonará mañana a la mañana.
Y Buenos Aires, a pesar de la tristeza.
Como para mover un poco la cosa y salir de esa tristeza.
Como para mover.

Dejarme llevar por la marea del centro, y a ver qué pasa.
No es lo más frecuente, pero me gusta creer que a veces el escenario apuntala la obra...