si dejo elegir a mis pies, me llevan camino del mar
Supongo que estaba equivocada, viví unos días errada y recorrer no era saltar así, de la Ciudad Vieja a Carrasco, mirar Malvín, bajar por Rivera, buscar Durazno, buscar Convención, subir por las ramblas, cercar el Rodó, Punta Carretas, Pocitos, Buceo, rodar por 18, subir por la Aguada, Arroyo Seco, Reducto, el Parque Prado, almorzar en el Puerto, flotar en el sopor de la grapamiel, excederme con el chivito al plato. Supongo que no.
Supongo que Montevideo es mucho más esto, siendo esto acodarme en el Bacacay temprano, o en el Brasilero tarde, y acabar de un tirón 200 páginas de mi novela. Y sentarme en las plazas, o en la escollera, y hacer nada con tonada de fondo. Discurrir. Supongo. Y que Montevideo es finalmente un lugar donde se usan palabras como menudencia, candor y plenilunio. Un sitio manso. Descascarado, soleado y manso. Y los gurises con la marca del termo bajo el brazo, y las morenas desmaquilladas, y los botijas respetuosos. Y las meseras tan gentiles. Y las palmeras tan derechas.
Supongo que ahora sé que me quedan unas ferias, unas tardes, unos cines, unas horas vacías viendo el atardecer con un cono en la mano, unas murgas ensayando el próximo carnaval, este libro mío. Las siestas. Y apenas.
Y un grafitti sobre Treinta y Tres que reza La vida es un antílope malva.
Poco más.
Nada menos.
Supongo que Montevideo es mucho más esto, siendo esto acodarme en el Bacacay temprano, o en el Brasilero tarde, y acabar de un tirón 200 páginas de mi novela. Y sentarme en las plazas, o en la escollera, y hacer nada con tonada de fondo. Discurrir. Supongo. Y que Montevideo es finalmente un lugar donde se usan palabras como menudencia, candor y plenilunio. Un sitio manso. Descascarado, soleado y manso. Y los gurises con la marca del termo bajo el brazo, y las morenas desmaquilladas, y los botijas respetuosos. Y las meseras tan gentiles. Y las palmeras tan derechas.
Supongo que ahora sé que me quedan unas ferias, unas tardes, unos cines, unas horas vacías viendo el atardecer con un cono en la mano, unas murgas ensayando el próximo carnaval, este libro mío. Las siestas. Y apenas.
Y un grafitti sobre Treinta y Tres que reza La vida es un antílope malva.
Poco más.
Nada menos.
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