22 de novembre del 2006

esperando a joaquín. hoy: vida de rock-stars

De las crónicas de Panchete:

...Teniendo en cuenta que salimos del hotel en Bogotá una hora antes para llegar al aeropuerto de Bogotá dos horas antes de que saliera el vuelo que duró otras dos horas, más otras dos horas de inmigración y aduanas más hora y media de aeropuerto-hotel más otra hora esperando maletas en el lobby del hotel...resulta que ese viaje de dos horas se convirtió en un suplicio de más de diez horas.
El caso es que llegamos al hotel no de muy mal humor e incluso con la risa floja la mayoría de nosotros.
Nos repartieron las llaves y cuando preguntamos que cómo se llegaba hasta las habitaciones, la explicación fue esta...Atraviesas el lobby, atraviesas la zona del casino, llegas a los ascensores, pulsas la planta G de ground, atraviesas un pasillo de unos cien metros con tiendas a un lado y llegas al funicular!!! sí, he dicho funicular. En el hotel había funicular. Están locos. Sigo con las explicaciones. El funicular te baja unos trescientos o cuatrocientos metros y llegas abajo donde te espera otro ascensor que te sube dos plantas, en mi caso, y recorres el pasillo donde, al final, está la habitación.
Claro, la risa floja...llegamos de noche y no sabíamos qué planta pulsar del primer ascensor porque había una planta intermedia que era P de pool que significa piscina. Pero en portorricense, o sea en español, piscina se dice pool...alguien entiende algo?
Y para más inri, cuando atravesamos el pasillo y llegamos al funicular había dos posibilidades de funicular o dos forniculares. Uno tenía una parada intermedia en otra tremenda piscina y el otro bajaba directamente abajo. Cogimos el equivocado, logicamente, y todo lo hicimos mal. El funicular, nos bajaba y luego nos subía para volvernos a bajar... y a todo esto, la risa floja.
Cuando media hora después llegué a la habitación, que no era nada del otro jueves, salí a la terraza y vi un espectáculo que sí era algo del otro jueves. Un diminuto puerto deportivo con capacidad para unos diez o doce yates y un par de ferrys que te llevaban a la isla privada del hotel! la isla privada del hotel? POSÍ, la isla privada del hotel, la Isla Palomino, juajuajua. Era como la isla del anuncio de Bacardí, cojones, qué bien viven los ricos!
Por lo visto, la isla tiene dueño y se la alquila al hotel por un "módico" precio. Llegabas al ferry, enseñabas la tarjeta de la habitación y el ferry te llevaba por el morro a la isla en una travesía de veinte minutos. Mar azul, mar verde, Mar Caribe, precioso mar. La temperatura, elevadísima...y la del agua también. Yo decía que a ese mar le sobraban dos grados y le faltaban dos olas y el grandísimo Jaime Asúa decía que no solo le faltaba eso sino que también le faltaban unos fideos.
Pero bueno, un pequeño paraiso lleno de iguanas, pajarracos, conejitos, caballos, motos de agua, corales, palmeras, tumbonas y sombrillas...y Míchel como una moto con su moto de agua...ññññññññiuuuuuuu... y yo con mi boina. No se podía pagar nada con dinero. El dinero no valía para nada, todo lo que alquilaras o consumieras te lo cargaban a la habitación enseñando la tarjeta. Por cierto, chorizos profesionales. Ocho dólares por una botellita de agua caliente en la habitación del hotel. Ni siquiera te la traía el camarero, la botellita ya estaba allí y costaba ocho dólares. Menos mal que nosotros siempre vamos de compras cuando llegamos a un sitio y nos aprovisionamos de yogures, zumos, agua, fruta, galletitas y demás chuminadas para sobrevivir y que no te saquen los hígados...


Basta: no puedo leer estas crónicas en el laburo. Muy tremendo no poder disimular la risa cuando se supone que estás haciendo la contabilidad...