3 de març del 2006

pecho tibio

El superclásico de mi vida es mi partido contra el miedo.

Me tiene de hija.

Ahora me propone otro picado; esta vez, yo de local.

Empecé a comerme la cabeza.

Decir sí me da miedo.
Entonces en mi cabeza me digo: no te expongas así, para qué, para sufrir?
Lo que pasa es que si digo no tengo miedo de arrepentirme.

Yo no era así. Luego sí, me lo hice sola, no se culpe a nadie.
Cuando la gente dice que no cambiaría nada de su pasado me suena a frase hecha de suplemento de domingo. Yo sí cambiaría 2 hechos, y por lo tanto sus consecuencias: uno) la tarde del 2 de junio de 1999, dos) octubre del 2000. Dos bisagras que no supe enfrentar a su tiempo; me aterré tanto que me escondí. Aún sigo en el hueco y me cuesta un huevo salir.
Supongo que sin esos momentos yo sería una soberbia de mierda, porque mi vida venía bastante de podio. Pero no sé: es como cuando te roban, que lo peor que te dejan es el miedo. Bueno, a mí me afanaron la certeza ciega de que era especial, esa cosa que tan delicadamente mis padres me habían alimentado a cucharitas de café y besos cada noche, antes de ir a dormir.


Así como los alcohólicos, los drogadictos, los adictos en general dicen que no importa que lleven años sin consumir, toda la vida serán adictos porque la lucha es diaria... así: yo soy adicta al temblor. Y la lucho en cada partido.

Sólo que, desde hace algunos años, concentro y luego me rompo los ligamentos a golpes para no tener que entrar a la cancha...