18 de març del 2006

hoy: estrenos

Por estos días, entre otras cosas, empecé a leer las crónicas de cine que Gabriel García Márquez escribió siendo un jovencito en Bogotá y que están incluidas en su Obra Periodística 2: Entre cachacos.

Y leí comentarios como estos:

...Asesinato a la orden es una de esas típicas películas norteamericanas, de tipo B, que parecen hechas exclusivamente para que los tontos puedan seguir teniendo algo con qué entretenerse. No hay un solo detalle de dirección, de fotografía, de montaje, que impida al espectador sensato abandonar la sala de proyección con la idea de haberse equivocado de puerta...

...La actuación de Pedro López Lagar, que es digna y ponderada, falla por lo que ha fallado siempre López Lagar; por su voz de abuelita de cuento infantil, que arruinó lamentablemente la que de otra manera hubiera podido ser una excelente personalidad del cine...

...El protagonista del hijo del matrimonio, de quince años, no ofrece ninguna esperanza para la buena cinematografía mexicana y su actuación en El niño de la niebla, es de una falsedad lamentable, sin un solo instante que permita predecir para él, benévolamente, un remoto porvenir de actor...


Extractos así, entre otros elogiosos, apasionados o detallistas. Pero esos, tan jugadamente críticos, me impactaron.

Y no lo digo porque me estusiasme la crueldad periodística per se. Para nada. De hecho no me gusta, si no tiene un fundamento sólido, como todo hecho periodístico que se precie.

Pero me acordé de críticas de obras muy malas, muy falsas, muy viejas que he visto, las que, porque actúa Norma Aleandro o porque dirige no sé quién, reciben -y los críticos van predispuestos desde el vamos- 3 estrellas para arriba.
Y también me acordé de cómo me habían impresionado los comentarios secos y desarmantes del crítico de cine de Televisión española, así como podía arrebatarse con una obra maestra.

Finalmente, el click acabo de hacerlo ahora, leyendo la opinión del New York Times sobre la nueva puesta de Hedda Gabler:

no es que las distribuidoras o las productoras o la expectación de la masa anulen el sentido crítico de los que *supuestamente* tienen más elementos para opinar sobre un hecho artístico. No es que por estos tiempos los críticos no se jueguen, al menos, a no-ser ambiguos. Y no es que los hayan obligado a escribir una columna antes de tener una formación estética y personal, o estén incapacitados para fundamentar una opinión que pueda desentonar, y por eso no la dan. Evidentemente no todos los periodistas son así.

No.

Lo que sucede, evidentemente, es que venía leyendo demasiada prensa local.