el cine y el templo de la perdición
Cuando era chiquita, iba con mi hermano, y no soportaba el suspenso.
"Cris, se murió?" "Cris, y por qué hizo eso?" "Cris, ése es bueno o es malo?".
De adolescente, iba con amigas, los viernes. Cuando mis viejos se separaron, la salida con mi papá era ir al cine, procurando encontrar una película que le pudiera gustar a él. Ya a fines de la secundaria, empezamos con Gu a abonarnos al cine que decían que era bueno: siempre veíamos juntas las de Almodóvar y las de Woody; leíamos a Claudio España. En mi etapa terciaria, me dediqué de lleno a ver todo, desde la última de Van Damme a los ciclos de la Lugones; quería formar mi propio gusto. Podía ver películas todos los mediodías (estudiaba de noche y trabajaba días no-fijos). Almorzaba temprano, hojeaba el diario y salía: siempre estuve en zona.
Encontré mi ubicación preferida en cada sala: en la Lugones, dejando 4 libres atrás; en el Lorca, a la altura de la 4ta. lámpara lateral; en el Metro 2, detrás de la baranda; en el Atlas Sta Fe 1, justo a la altura de la Salida.
Muchas veces me llevé sandwiches o tuppers. Me escapé del laburo para ver los estrenos que más esperaba (no podía bancarme hasta la noche), teniendo que volver luego para compensar horas. Me volví adicta a estudiar la grilla del Bafici. Me enamoré de la experiencia IMAX. Más de 100 veces, seguro, hice doblete.
Una vez, hicimos posta de carilinas con el señor de al lado que lloraba con Los paraguas de Cherburgo. Y otra vez, vi 3 veces en una semana La vida es bella: la primera, una señora me consoló y yo salí con la cara transfigurada de tanto llorar. Y en otra ocasión, se cortó la luz a mitad de La casa de los espíritus, y a los 3 días nos tuvimos que comer toda la primera hora de nuevo. ¿Y no estábamos en un cine el 19 de diciembre de 2001, viendo aquella francesa de 4 horas, y nos sacaron por una puerta lateral y nosotros no sabíamos que el país había estallado?
Y descubrí que no había nada como despertarse en mitad de Muerte en Venecia, y estar en otro mundo, transportada por Mahler. Y que el vecino de al lado podía tocarse demasiado con Boogey nights. Y que podía enamorarme cuantas veces quería del protagonista, y desear vivir en todas las casas de la ficción y en todos los países lejanos. Y que podía levantarme del cine, si me aburría, y no se venía el mundo abajo. Y que podía salir y volver a entrar, para la siguiente función.
Y que extraño el Grand Splendid, el único cine donde me sentaba al lado del pasillo para poder ver mejor. Y que en el Losuar llovía. Y que me gustaban los ciclos clásicos de sábado en el Maxi. Y que en Lavalle siempre que fui me dio la sensación de que había pulgas y gatos y por eso no te voy. Y que las viejas y los grupos de adolescentes hablan en absolutamente todos las salas. Y que quiero volver a ver una película de la Sarli con 7 extraños, desperdigados, y reírnos y comentarla en voz alta, como si fuéramos un grupo de amigos en un microcine, como aquella medianoche.
Y que mi cine favorito es el América, donde los asientos se desinflan, y con las 1200 personas es una fiesta. Y que amo las pantallas gigantes. Y que no podés dar por conocida ninguna ciudad hasta que no entrás a sus salas a ver una película.
Y, finalmente, que en ningún lugar me siento más a gusto, más a salvo, más cómoda que en una sala de cine, a oscuras.
Afuera el mundo se puede caer.
"Cris, se murió?" "Cris, y por qué hizo eso?" "Cris, ése es bueno o es malo?".
De adolescente, iba con amigas, los viernes. Cuando mis viejos se separaron, la salida con mi papá era ir al cine, procurando encontrar una película que le pudiera gustar a él. Ya a fines de la secundaria, empezamos con Gu a abonarnos al cine que decían que era bueno: siempre veíamos juntas las de Almodóvar y las de Woody; leíamos a Claudio España. En mi etapa terciaria, me dediqué de lleno a ver todo, desde la última de Van Damme a los ciclos de la Lugones; quería formar mi propio gusto. Podía ver películas todos los mediodías (estudiaba de noche y trabajaba días no-fijos). Almorzaba temprano, hojeaba el diario y salía: siempre estuve en zona.
Encontré mi ubicación preferida en cada sala: en la Lugones, dejando 4 libres atrás; en el Lorca, a la altura de la 4ta. lámpara lateral; en el Metro 2, detrás de la baranda; en el Atlas Sta Fe 1, justo a la altura de la Salida.
Muchas veces me llevé sandwiches o tuppers. Me escapé del laburo para ver los estrenos que más esperaba (no podía bancarme hasta la noche), teniendo que volver luego para compensar horas. Me volví adicta a estudiar la grilla del Bafici. Me enamoré de la experiencia IMAX. Más de 100 veces, seguro, hice doblete.
Una vez, hicimos posta de carilinas con el señor de al lado que lloraba con Los paraguas de Cherburgo. Y otra vez, vi 3 veces en una semana La vida es bella: la primera, una señora me consoló y yo salí con la cara transfigurada de tanto llorar. Y en otra ocasión, se cortó la luz a mitad de La casa de los espíritus, y a los 3 días nos tuvimos que comer toda la primera hora de nuevo. ¿Y no estábamos en un cine el 19 de diciembre de 2001, viendo aquella francesa de 4 horas, y nos sacaron por una puerta lateral y nosotros no sabíamos que el país había estallado?
Y descubrí que no había nada como despertarse en mitad de Muerte en Venecia, y estar en otro mundo, transportada por Mahler. Y que el vecino de al lado podía tocarse demasiado con Boogey nights. Y que podía enamorarme cuantas veces quería del protagonista, y desear vivir en todas las casas de la ficción y en todos los países lejanos. Y que podía levantarme del cine, si me aburría, y no se venía el mundo abajo. Y que podía salir y volver a entrar, para la siguiente función.
Y que extraño el Grand Splendid, el único cine donde me sentaba al lado del pasillo para poder ver mejor. Y que en el Losuar llovía. Y que me gustaban los ciclos clásicos de sábado en el Maxi. Y que en Lavalle siempre que fui me dio la sensación de que había pulgas y gatos y por eso no te voy. Y que las viejas y los grupos de adolescentes hablan en absolutamente todos las salas. Y que quiero volver a ver una película de la Sarli con 7 extraños, desperdigados, y reírnos y comentarla en voz alta, como si fuéramos un grupo de amigos en un microcine, como aquella medianoche.
Y que mi cine favorito es el América, donde los asientos se desinflan, y con las 1200 personas es una fiesta. Y que amo las pantallas gigantes. Y que no podés dar por conocida ninguna ciudad hasta que no entrás a sus salas a ver una película.
Y, finalmente, que en ningún lugar me siento más a gusto, más a salvo, más cómoda que en una sala de cine, a oscuras.
Afuera el mundo se puede caer.
7 Comments:
¡Es verdad que en Losuar llovía! Y en Cosmos, de hecho, ¡llueve!
Este post me hizo recordar que hace un año tuve que trabajar muy cerquita del Gaumont y como me pasé con el colectivo tuve que caminar y cruzar la plaza. Nunca había "cruzado" la plaza desde ese ángulo. Y de pronto sentí el estremecimiento de verme yo con seis años de la mano de mi padre "cruzando" aquella plaza yendo a ver "Fantasía".
Ah! dichosos de aquellos que pueden seguir ese ritmo loco de ir al cine. El trabajo, que dignifica, te deja sin cine, que hace bien.
Mi mejor recurdo fue cuando descubrí, hace muchos años, que en el Abasto uno se podía colar infinito puntoverde veces y me clavaba de 2 a 4 películas por día. Salía medio tarada pero feliz. Después se hizo vox populi, los del Abasto se avivaron, yo me mudé lejos y bue´volvemos al trabajo que no te deja ir al cine a full.
Coincido, la felicidad pasa por una sala de cine.
Totalmente. No hay nada mejor que acomodarse en la butaca, que se apaguen las luces y dejarse llevar. A veces pienso que la pelicula no importa mucho, que la experiencia ya lo vale. Otras veces me toca una pelicula excelente y me doy cuenta de cuanto mejor es todo.
Desde hace como 8 años, guardo las entradas de cine. Detras escribo: titulo de la pelicula, fecha, lugar y si fui "sola" o "con X".
q.: es auténtico más por falta de imaginación que por sinceridad, eh...
muchas gracias.
Flor: hace unos años, el boletero del Gaumont no me quería cobrar la entrada. Lo hizo unas 5 veces. Creo que "gustaba de mí"...
Fantasía la volví a ver hace unos 6 años, en el IMAX de Nueva York. Im-pre-sio-nan-te.
Enrico:
pero yo también laburo! de hecho, hace algunos años que tengo 2 laburos... A veces creo que laburo para pagarme las entradas al cine y al teatro...
HOLA MER!
Qué lindo poder invitarte el café con leche con polvorones yo alguna vez!
Lo que yo hacía hace muchos años era anotar en un papel las pelis que veía. Para lo único que servía, era para tener material a mano para el Dígalo con mímica...
Pellízquenme si no estoy comentando en este momento!!
Cuando ví Contra viento y marea,a las tres de la tarde, salí del cine y tenía ganas de empujar a la gente para que la viera...
Y para que laburamos sino para solventar los vicios!
Cine y Cd´s... ahí se va casi todo.
xfiado:
a veces a mí me dan ganas de empujar gente... pero que no entren a ver Papá es un ídolo!
(y otras...)
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