De Cortázar, el género epistolar y la genialidad 3 (y última)
A Sergio Sergi
“Carta al coronel Osokovsky, por mal nombre Sergio Sergi
Buenos Aires veintialgodejuliodemilnovecientoscuarentayalgo
Oso:
Es extraordinario que yo le escriba esta carta, porque hace bastante tiempo que he descubierto con satisfacción lo bueno que es no escribir cartas, lo estupendamente descansado que es pensar en los amigos y no escribirles, dándoles a la vez la oportunidad de que hagan lo mismo. Usted se habrá fijado que nunca se escribe una carta sin cometer el horroroso pecado de poner al pobre destinatario en la infernal tarea de contestarla. No me parece del todo mal que usted me conteste, porque los xilógrafos me merecen en general poco respeto y los considero bastante despectivamente. Lástima que para darme el pequeño placer de que usted me conteste, oh Oso, tengo que someterme al suplicio de ponerme en esta máquina (que anda mal, como toda máquina de oficina) y llenar este papel (que no es de color lila, ni está perfumado, ni tiene mis hermosas iniciales) con diversas frases indudablemente inteligentes y aún armoniosas, pero muy enervantes para mi sistema neurosimpático.
Sí señor, porque usted no merece en modo alguno que yo le escriba. Yo le escribo porque soy bueno, aunque en realidad le escribo porque soy malo y lo pongo en el compromiso de con-tes-tar (por supuesto que usted se vengará espléndidamente con un silencio de tres años y meses). Los remordimientos (microbios desagradables) me han estado asaltando desde que, tiempo ha, le dije a Gladys que no tardaría en mandarle a usted mi librito. Claro que en realidad no han pasado más que ocho o nueve semanas, lapso que, para nosotros, filósofos imperturbables, no cuenta gran cosa. Pero anoche, antes de dormirme y en el espacio de cinco minutos que concedo a los buenos recuerdos, descubrí con enorme encanto que a usted no le gusta mi libro. Sí, señor: no le gusta. Lo sé, porque usted ya lo había leído en una revista. Naturalmente, me faltó tiempo para venirme inmediatamente a la Cámara del Libro y empezar esta carta y este envío. Observe, Oso de entintadas zarpas, cuánta loable perversidad se junta para provocar el sorprendente suceso representado por esta carta.
Últimamente he estado oyendo el agradable eco de los elogios a usted prodigados con motivo del maquillaje que le propinó a la noble UNC (Universidad Nacional de Cuyo, N. de la R.) en ocasión del Congreso de los que Piensan en Difícil […] Por otra parte presumo que usted guarda cuidadosamente todas mis cartas, ya que en el futuro habrán de publicarse en suntuosas ediciones, y usted se beneficiará con menciones como ésta: ‘El coronel Osokovsky, cuya fotografía aparece aquí, fue uno de los corresponsales más fieles del gran cuentista J.C.’. Ya ve su conveniencia de guardar mis cartas. Por mi parte, si usted me manda TODOS SUS GRABADOS, yo me ofrezco a guardarlos celosamente, para retribuirle la atención.
¿No es cierto que es una carta amable? En fin, ya que tengo que escribirla, que salga lo más caldeada posible; hoy hay menos de cinco grados en Buenos Aires y la calefacción de la Cámara funciona mal […] Noticias mías: creo que me voy a Europa antes de fin de año. No se asuste, será nada más, ay, que un viaje de tres meses a Italia y Francia. Por supuesto que este viaje depende de un montón de cosas (por suerte no de dinero, porque hace un año que me aprendí de memoria la fábula de la cigarra y la hormiga, y me puse resueltamente del lado de la hormiga, lo cual es asqueroso ya que la cigarra tenía toda la razón; pero todavía no se han inventado viajes gratis a Europa, salvo cuando a uno lo manda la Universidad. Y usted sabe, ojo, usted sabe que yo… etc., etc.).
Queda muy bien esto; me salió por error pero ahora lo admiro francamente. Parece una pareja de bailarines haciendo un intrincado corte de tango.
De manera que me voy a Europa, si las cosas se me componen. Creo que entre abril y mayo quedaré al frente de mi famoso bufete de traductor público (en inglés y francés, quítese el sombrero, humilde profesor de dibujo, y barra el suelo con la pluma de su respeto). Si entre abril y mayo quedo al frente de mi famoso bufete de traductor público, entonces deberé irme antes a Europa, ya que después será imposible moverme de aquí por bastante tiempo. Como usted ve, el plan es de una geométrica precisión y elegancia. Como los planes estratégicos alemanes… que les hicieron perder todas las guerras. De donde se infiere, oh sombra de Aristóteles, que acaso no me vaya a Europa.
INNEGABLEMENTE
ÉSTA ES
UNA BUENA
CARTA
CON UN DESTINATARIO
QUE NO LA MERECE/
Acabo de leer en La Prensa que en Mendoza ha hecho un frío de catorce bajo cero. Naturalmente es mentira, pero qué frío habrán tenido ustedes, y qué satisfacción para su naturaleza de oso veterano, lanzarse sobre la nieve (tampoco nevó pero yo lo pienso y entonces, en cierto modo, nieva) y patinar a lo largo de la Plaza Barranquero, aterrizar con un buen bufido en la pizzería donde estuvimos con Azzoni y nos indigestamos con empanadas y vino semillón.
Más la miro,
MÁS ME PARECE ÉSTA UNA BUENA, UNA MUY BUENA, GRAN CARTA.
y por eso
Oso
ES TIEMPO DE DARLE UN FUERTE ABRAZO
pedirle perdón por tantas macanas (pero es una buena carta)
Y APARTARME MELANCÓLICO DE ESTE PAPELITO
donde por un rato,
usted y yo
nos dijimos alegres insultos fraternales
y estuvimos bastante contentos
Julio
Cartas 1 – Cortázar
Pág. 207
“Carta al coronel Osokovsky, por mal nombre Sergio Sergi
Buenos Aires veintialgodejuliodemilnovecientoscuarentayalgo
Oso:
Es extraordinario que yo le escriba esta carta, porque hace bastante tiempo que he descubierto con satisfacción lo bueno que es no escribir cartas, lo estupendamente descansado que es pensar en los amigos y no escribirles, dándoles a la vez la oportunidad de que hagan lo mismo. Usted se habrá fijado que nunca se escribe una carta sin cometer el horroroso pecado de poner al pobre destinatario en la infernal tarea de contestarla. No me parece del todo mal que usted me conteste, porque los xilógrafos me merecen en general poco respeto y los considero bastante despectivamente. Lástima que para darme el pequeño placer de que usted me conteste, oh Oso, tengo que someterme al suplicio de ponerme en esta máquina (que anda mal, como toda máquina de oficina) y llenar este papel (que no es de color lila, ni está perfumado, ni tiene mis hermosas iniciales) con diversas frases indudablemente inteligentes y aún armoniosas, pero muy enervantes para mi sistema neurosimpático.
Sí señor, porque usted no merece en modo alguno que yo le escriba. Yo le escribo porque soy bueno, aunque en realidad le escribo porque soy malo y lo pongo en el compromiso de con-tes-tar (por supuesto que usted se vengará espléndidamente con un silencio de tres años y meses). Los remordimientos (microbios desagradables) me han estado asaltando desde que, tiempo ha, le dije a Gladys que no tardaría en mandarle a usted mi librito. Claro que en realidad no han pasado más que ocho o nueve semanas, lapso que, para nosotros, filósofos imperturbables, no cuenta gran cosa. Pero anoche, antes de dormirme y en el espacio de cinco minutos que concedo a los buenos recuerdos, descubrí con enorme encanto que a usted no le gusta mi libro. Sí, señor: no le gusta. Lo sé, porque usted ya lo había leído en una revista. Naturalmente, me faltó tiempo para venirme inmediatamente a la Cámara del Libro y empezar esta carta y este envío. Observe, Oso de entintadas zarpas, cuánta loable perversidad se junta para provocar el sorprendente suceso representado por esta carta.
Últimamente he estado oyendo el agradable eco de los elogios a usted prodigados con motivo del maquillaje que le propinó a la noble UNC (Universidad Nacional de Cuyo, N. de la R.) en ocasión del Congreso de los que Piensan en Difícil […] Por otra parte presumo que usted guarda cuidadosamente todas mis cartas, ya que en el futuro habrán de publicarse en suntuosas ediciones, y usted se beneficiará con menciones como ésta: ‘El coronel Osokovsky, cuya fotografía aparece aquí, fue uno de los corresponsales más fieles del gran cuentista J.C.’. Ya ve su conveniencia de guardar mis cartas. Por mi parte, si usted me manda TODOS SUS GRABADOS, yo me ofrezco a guardarlos celosamente, para retribuirle la atención.
¿No es cierto que es una carta amable? En fin, ya que tengo que escribirla, que salga lo más caldeada posible; hoy hay menos de cinco grados en Buenos Aires y la calefacción de la Cámara funciona mal […] Noticias mías: creo que me voy a Europa antes de fin de año. No se asuste, será nada más, ay, que un viaje de tres meses a Italia y Francia. Por supuesto que este viaje depende de un montón de cosas (por suerte no de dinero, porque hace un año que me aprendí de memoria la fábula de la cigarra y la hormiga, y me puse resueltamente del lado de la hormiga, lo cual es asqueroso ya que la cigarra tenía toda la razón; pero todavía no se han inventado viajes gratis a Europa, salvo cuando a uno lo manda la Universidad. Y usted sabe, ojo, usted sabe que yo… etc., etc.).
Queda muy bien esto; me salió por error pero ahora lo admiro francamente. Parece una pareja de bailarines haciendo un intrincado corte de tango.
De manera que me voy a Europa, si las cosas se me componen. Creo que entre abril y mayo quedaré al frente de mi famoso bufete de traductor público (en inglés y francés, quítese el sombrero, humilde profesor de dibujo, y barra el suelo con la pluma de su respeto). Si entre abril y mayo quedo al frente de mi famoso bufete de traductor público, entonces deberé irme antes a Europa, ya que después será imposible moverme de aquí por bastante tiempo. Como usted ve, el plan es de una geométrica precisión y elegancia. Como los planes estratégicos alemanes… que les hicieron perder todas las guerras. De donde se infiere, oh sombra de Aristóteles, que acaso no me vaya a Europa.
INNEGABLEMENTE
ÉSTA ES
UNA BUENA
CARTA
CON UN DESTINATARIO
QUE NO LA MERECE/
Acabo de leer en La Prensa que en Mendoza ha hecho un frío de catorce bajo cero. Naturalmente es mentira, pero qué frío habrán tenido ustedes, y qué satisfacción para su naturaleza de oso veterano, lanzarse sobre la nieve (tampoco nevó pero yo lo pienso y entonces, en cierto modo, nieva) y patinar a lo largo de la Plaza Barranquero, aterrizar con un buen bufido en la pizzería donde estuvimos con Azzoni y nos indigestamos con empanadas y vino semillón.
Más la miro,
MÁS ME PARECE ÉSTA UNA BUENA, UNA MUY BUENA, GRAN CARTA.
y por eso
Oso
ES TIEMPO DE DARLE UN FUERTE ABRAZO
pedirle perdón por tantas macanas (pero es una buena carta)
Y APARTARME MELANCÓLICO DE ESTE PAPELITO
donde por un rato,
usted y yo
nos dijimos alegres insultos fraternales
y estuvimos bastante contentos
Julio
Cartas 1 – Cortázar
Pág. 207
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